sábado, junio 17, 2006

¿cómo hacer una OPA a 37 euros y llevar el valor hasta los 23 en un mes?

Contento debe andar tito Polanco con Sogecable. A pesar de que la OPA lanzada por Prisa a finales del año pasado sobre el 20% de la compañía, a 37 euros por acción, mantuvo la cotización por encima de los 34 euros hasta el fin de la misma, fueron muchos los que anticiparon una caída significativa del valor en cuanto terminara la fiesta, aunque nadie esperaba un batacazo de la magnitud del registrado. Sogecable, en efecto, enfiló en abril la senda bajista, pero ello no era más que un preludio de lo que estaba por venir. Desde el 9 de mayo, fecha del último máximo del Ibex, el valor se ha hundido un 22,23%, frente a una pérdida del índice en el mismo período del 9,38%. La cosa es más grave si tomamos como referencia el máximo de año (35,47 euros), registrado el 9 de enero. Teniendo en cuenta que ayer cerró a 23,47 euros (con desplome del 5,17%), ello quiere decir que la sociedad ha perdido 12 euros (con una caída desde máximos anuales del 33,83%), pasando de valer más de 4.700 millones de euros a los 3.135 que capitalizaba ayer. De modo que Sogecable vale hoy 1.565 millones de euros menos en Bolsa que a primeros de enero, y Prisa, propietaria del 43,42% del capital, se ha dejado en el camino más de 680 millones. Hay días en que no está uno para nada, don Jesús, sobre todo después de haber comprado a 37 euros. ¿Qué ha ocurrido para que se produzca este descalabro? De todo: desde la difusión de simples rumores acerca de la no renovación de unos contratos de fútbol, hasta un cambio drástico en el mapa audiovisual llamado a sacudir los cimientos mediáticos hispanos. ¡Ay, el dichoso fútbol!, cada día más difícil de rentabilizar en televisión. Es una realidad que la oferta televisiva ha aumentado considerablemente desde que los derechos del fútbol se vendieron por última vez. En los últimos tiempos, la posición de fortaleza negociadora de Audiovisual Sport frente a los equipos se ha ido debilitando. Ahora hay más clientes de cable; los operadores de telefonía están desplegando capacidades para ofrecer este tipo de servicios (como Telefónica –Imagenio- o Jazztel), y la TDT puede terminar ofreciéndolos. Nadie sabe cuántos nuevos soportes serán capaces de entrar en la puja por el fútbol dentro de un par de años. Incluso si se mantuviera la emisión de partidos en abierto, hay más canales analógicos y de TDT que hace años. En consecuencia, el propietario de los derechos puede "subastarlos" entre más participantes. Sin olvidar las crecientes posibilidades técnicas que permitirán seguir extendiendo la explotación del fútbol por otros canales -el teléfono móvil- o haciéndolo más selectivo -la TDT-. En resumen, Sogecable ha explotado su mercado específico y ha ido abriendo otros nuevos, con el riesgo de quedarse ahora sin su principal contenido o, todavía peor, viéndose obligado a pagar cantidades mucho mayores de las que venía abonando. La sociedad acusó el golpe de la caída en Bolsa y emitió un comunicado en el que decía disponer de los derechos “de la mayoría de los clubes de primera y segunda división para las próximas temporadas� sin detallar hasta cuándo. Por lo que “Sogecable y Audiovisual Sport continuarán explotando el fútbol en televisión en España�, poniendo en evidencia la importancia que ello tiene para su negocio. Pero esta posición de debilidad, mezclada con la tradicional soberbia, quedaba aún más en evidencia al admitir que “en caso de que algún operador obtuviese los derechos futuros de emisión de algún club de fútbol, Sogecable estudiará la explotación conjunta de los derechos de la forma más conveniente para preservar sus intereses comerciales y económicos�, siendo obvio que el estudio de esa explotación conjunta no correspondería ya a Sogecable, sino al nuevo propietario de los derechos. ¿Supone todo ello que nos encontramos ante un espectacular cambio de papeles? El tiempo lo dirá, y pronto, pero una serie de circunstancias, tomadas en conjunto, parecen delatar claramente los riesgos a los que se enfrenta el grupo del señor Polanco. En primer lugar, la esperada sucesión que, antes o después, tendrá que producirse en la cabecera del grupo, tan dependiente de la personalidad del capo de tutti capi. Y nadie tiene la seguridad de que su heredero vaya a mantener el fuerte perfil ideológico del grupo y su anclaje con el partido socialista, tan rentable en las últimas décadas. En segundo, el discreto paso a segundo plano de Telefónica en Sogecable, de la que terminará saliendo, y el interrogante de saber quién sustituirá a la operadora en el accionariado. El tercero ya ha comenzado a producirse: una ralentización de la inversión publicitaria en televisión. En cuarto, la multiplicación de canales a disposición del televidente dispersará y fragmentará la audiencia, dañando al nuevo canal de don Jesús, Cuatro, cuya audiencia nunca llegará a colmar las expectativas de sus promotores, a pesar de paulatino incremento que pueda registrar. Y, en quinto, la adjudicación, sin apenas oposición de un Polanco demasiado confiado o falto ya de reflejos, de la licencia para el nuevo canal analógico y de TDT, La Sexta, en manos de auténticos especialistas en la generación y explotación de contenidos. A estas alturas es casi una obviedad decir que el poder de Polanco se ha basado en un binomio que con inusual voracidad se ha ido retroalimentando en el tiempo: capacidad financiera e influencia política. Dañar una de las dos patas puede poner en peligro el equilibrio entero del gigante. Un panorama, en suma, ciertamente sombrío para Sogecable.

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